No es El Oso de Moris. Es el Lobo del Bosque.
Parece que ya está. Dos años, seis meses y diez días habrán pasado desde aquel último partido frente a Newell's hasta el regreso contra Lanús. Pasaron también muchas cosas. ¡Cuantas! Desde vivencias muy personales (las de muchos que jamás quisieron pisar 32 y 25) hasta una lucha colectiva de aquellos que se reunían en la sede y el llamado del pelado Mosetti -"¡Triperos!"- convocaba a la asamblea. ¡Cuantas cosa pasaron! Muñoz quería comprar el Estadio Unico y el Bosque era obsoleto. Hasta algunos decían -en voz alta- que el Ciudad de La Plata lo iban a pintar de azul y blanco. Ni hablar del futbol: antes, la pelotita entraba, ahora no. Tardes tristes en los clásicos, noches que se vivieron con una gran amargura, como aquellos dos episodios ante Boca. UNA IDENTIDAD PERDIDA. Cada uno las vivió como pudo: pegados a la radio en el Bosque, en casa junto a la TV, en el estadio donde lo que se veía en la cancha parecía una pesadilla... Podría escribir que la revisión de Coprosede fué favorable, que no se habló tanto de cuestiones estructurales y si de organización del partido, que piden buen comportamiento del público porque sí no...que serán 18.500 lugares (en una cancha en la que su último partido definía el final de una de las cuatro ligas más importantes del mundo), que hay que esperar a la oficialización que será el martes... Me niego. Hay que hablar de sueños, de ilusiones, de fantasmas, de sentimientos. Y como todo eso no siempre va de la mano con el talento, le pido permiso y le agradezco -aunque el jamás se entere- al maestro Eduardo Galeano por haber puesto en tinta y papel lo que uno siente cuando camina entre los eucaliptos para vivir una tarde de futbol.
Parece que ya está. Dos años, seis meses y diez días habrán pasado desde aquel último partido frente a Newell's hasta el regreso contra Lanús. Pasaron también muchas cosas. ¡Cuantas! Desde vivencias muy personales (las de muchos que jamás quisieron pisar 32 y 25) hasta una lucha colectiva de aquellos que se reunían en la sede y el llamado del pelado Mosetti -"¡Triperos!"- convocaba a la asamblea. ¡Cuantas cosa pasaron! Muñoz quería comprar el Estadio Unico y el Bosque era obsoleto. Hasta algunos decían -en voz alta- que el Ciudad de La Plata lo iban a pintar de azul y blanco. Ni hablar del futbol: antes, la pelotita entraba, ahora no. Tardes tristes en los clásicos, noches que se vivieron con una gran amargura, como aquellos dos episodios ante Boca. UNA IDENTIDAD PERDIDA. Cada uno las vivió como pudo: pegados a la radio en el Bosque, en casa junto a la TV, en el estadio donde lo que se veía en la cancha parecía una pesadilla... Podría escribir que la revisión de Coprosede fué favorable, que no se habló tanto de cuestiones estructurales y si de organización del partido, que piden buen comportamiento del público porque sí no...que serán 18.500 lugares (en una cancha en la que su último partido definía el final de una de las cuatro ligas más importantes del mundo), que hay que esperar a la oficialización que será el martes... Me niego. Hay que hablar de sueños, de ilusiones, de fantasmas, de sentimientos. Y como todo eso no siempre va de la mano con el talento, le pido permiso y le agradezco -aunque el jamás se entere- al maestro Eduardo Galeano por haber puesto en tinta y papel lo que uno siente cuando camina entre los eucaliptos para vivir una tarde de futbol.
El estadio
¿Ha entrado usted, alguna vez, a un estadio vacío? Haga la prueba. Párese en medio de la cancha y escuche. No hay nada menos vacío que un estadio vacío. No hay nada menos mudo que las gradas sin nadie. En Wembley suena el griterío del Mundial del 66, que ganó Inglaterra, pero aguzando el oído puede usted escuchar gemidos que vienen del 53, cuando los húngaros golearon a la selección inglesa. El Estadio Centenario, de Montevideo, suspira de nostalgia por las glorias del futbol uruguayo. Maracaná sigue llorando la derrota brasileña en el Mundial del 50. En la Bombonera de Buenos Aires, trepidan tambores de hace medio siglo. Desde las profundidades del estadio Azteca, resuenan los cánticos ceremoniales del antiguo juego mexicano de pelota. Habla en catalán el cemento del Camp Nou, en Barcelona, y en euskera conversan las gradas del San Mamés, en Bilbao. En Milán, el fantasma de Giuseppe Meazza mete goles que hacen vibrar el estadio que lleva su nombre. La final del Mundial del 74, que ganó Alemania, se juega día tras día y noche tras noche en el Estadio Olímpico de Munich. El estadio del rey Fahd, en Arabia Saudita, tiene palco de mármol y oro y tribunas alfombradas, pero no tiene memoria ni gran cosa que decir.
Eduardo Galeno (El fútbol a sol y sombra, 1995)
¿Ha entrado usted, alguna vez, a un estadio vacío? Haga la prueba. Párese en medio de la cancha y escuche. No hay nada menos vacío que un estadio vacío. No hay nada menos mudo que las gradas sin nadie. En Wembley suena el griterío del Mundial del 66, que ganó Inglaterra, pero aguzando el oído puede usted escuchar gemidos que vienen del 53, cuando los húngaros golearon a la selección inglesa. El Estadio Centenario, de Montevideo, suspira de nostalgia por las glorias del futbol uruguayo. Maracaná sigue llorando la derrota brasileña en el Mundial del 50. En la Bombonera de Buenos Aires, trepidan tambores de hace medio siglo. Desde las profundidades del estadio Azteca, resuenan los cánticos ceremoniales del antiguo juego mexicano de pelota. Habla en catalán el cemento del Camp Nou, en Barcelona, y en euskera conversan las gradas del San Mamés, en Bilbao. En Milán, el fantasma de Giuseppe Meazza mete goles que hacen vibrar el estadio que lleva su nombre. La final del Mundial del 74, que ganó Alemania, se juega día tras día y noche tras noche en el Estadio Olímpico de Munich. El estadio del rey Fahd, en Arabia Saudita, tiene palco de mármol y oro y tribunas alfombradas, pero no tiene memoria ni gran cosa que decir.
Eduardo Galeno (El fútbol a sol y sombra, 1995)
Publicado por Facundo Ache para el Blog Tripero. http://www.eldia.com.ar/blog3/pt/blog/default.aspx
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