lunes, 14 de julio de 2008

HINCHADA SIEMPRE HABRÁ UNA SOLA

Por Néstor Basile
Hoy este rincón va a quedar chico. Aunque vos ya sabés que no hay lugar en el mundo para contener el sentimiento, la magia y la leyenda que te envuelve. Sos como esos guerreros mitológicos invencibles en el tiempo y en las cirunstancias. Hablar de tus hazañas es llenarse la boca de gloria y sentir que el corazón vibra sobre los tablones del alma. No, no te confundas; viajar en el tiempo de tu mano no es vivir de recuerdos, al contrario, es alimentar el fuego que no se extingue ni se apagará jamás. Sentimiento insobornable, loca pasión que no conoce límites. Tu sola mención pone la piel de gallina porque ninguna memoria, propia o ajena, ha podido resistir.
¿Cómo olvidar esos ríos de gente que corrían detrás del Expreso? ¿cómo ignorar aquellas tarde de clásico cuando por propio peso, por pura lógica de los números era tuya toda la tribuna de calle 1 y toda la cabecera de 57 cada vez que había que visitar a los amargos? Tu historia, gloriosa hinchada de Gimnasia, es el relato de permanentes buenos tiempos, más allá de los resultados deportivos.
Porque naciste en la abundancia del trabajo y la esperanza. Porque fueron aquellos obreros del Swift, del Armour, de aquellas fábricas que destilaban prosperidad (la que sirve, no la que se conoce ahora, la de los que dicen que nadie hace plata laburando) los primeros en ocupar tu sueño. Fueron aquellos tanos de corazón enorme los primeros que gritaron orgullosos, en su cocoliche, tu nombre amado: "Quinashiá! quinashiá!".
Donde había un hombre de trabajo había un tripero, que es lo mismo que decir que donde había un hombre digno flotaba el aura de la pasión que despertaste. Creciste en la calle Nueva York, la de Berisso, cuando a la salida de los frigoríficos no quedaba un centímetro libre de vereda. Te paseaste por Ensenada y te quedaste a vivir en todos los barrios. Invadiste una ciudad extraña, nacida como "Petit París" y la llenaste para siempre de ese sentimiento implacablemente criollo. Fuiste vos y no otra la que le dio miles de voluntades al 17 de octubre en esa marcha que desde los arrabales cambió la historia.
Y aunque los tiempos fueron cambiando siempre diste muestras de tu fuerza ¿o acaso no eras vos el motivo por el que se suspendían las clases, allá por el '70 y pico cuando se jugaban partidos los miércoles a la tarde? Quien si no vos, gloriosa hinchada de Gimnasia, le empezó a poner ruedas a la ciudad para llevársela entera a donde fuera necesario ir.
Por eso, a veces, se me escapa una puteada cuando algún descerebrado con carnet de periodista usa la palabra movilización para describir el viaje de cuatro gatos locos... Sos la raíz de un pueblo que no te olvidará jamás porque compartiste con él las buenas y las malas. Festejamos en el '29, cuando el peludo Yrigoyen gobernaba por mandato del pueblo y no por capricho de una sarta de maniáticos. Acordate que nos fuimos al descenso en el '79, en el medio de la locura de horror y de sangre más grande que haya conocido este pueblo y que volvimos bajo el sol de la democracia, en el '84.
Hoy, que las páginas de los diarios y el espacio de otros medios está lleno de gente, razonablemente preocupada, por la cuestión de lo que llaman "barras bravas". Hoy, que todo el mundo opina y condena, incluso muchos que en la puta vida pisaron un tablón ni sintieron como se retuerce el corazón ante la camiseta amada, sos el mejor ejemplo de lo único que salvará a este hermoso juego que es el fútbol.
Recorriendo tu vida, esos que opinan sin saber, pueden darse cuenta de lo que es una hinchada de verdad. Porque vos siempre fuiste brava, sin barra; tu voz siempre fue imponente. Loca, ruidosa, seguidora, fiel, quilombera si querés. Pero leal, franca, generosa, como aquellos obreros del Swift, como aquellos tanos inmigrantes, como tu viejo, como tu abuelo.
Siempre diste miedo por los decibeles de tu grito, por tu presencia, porque se sabe que una topadora no puede esconderse ni emboscar a nadie. Habria que buscar en tus orígenes, en tu pasado reciente que rompe sismógrafos, para darse cuenta la diferencia. Porque ninguno de tus hinchas más reconocidos ha sido un nene de pecho pero ¡mirá si hay diferencias entre los malandras que protagonizan estas historias absurdas de barras bravas y esos hinchas de corazón que te nutrieron con su locura!
Con sus hijos, con sus mujeres, como el Loco Córdoba, Fidel, el Osito Lopez Osornio, el Loco Tabbia, Torugo, Chiquito Giorgi, el Pipi Pomares, el Lobo Arcuri, Fierro, el negro José Luis, el Nene Caporale, Gatica, el Turco Gorguis... y tantos otros que nunca le tuvieron miedo a ninguna hinchada.
Pero, sabés que pasa, ellos iban y van detrás de algo grande: tu bandera. Iban como vamos hoy, a soñar con los ojos abiertos la alegría de ser triperos...

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