Hace ya muchos años, cuando mis dedos eran pequeñitos y mi capacidad de asombro no estaba tan golpeada, tuve la suerte de conocerte.
Ese viejo de arrugas en la frente, y voz de noche, de cuentos y fábulas, me llevó a donde estabas vos.
Lo primero que recuerdo es la admiración cuando vi que MI abuelo, que yo creía sólo mío, se saludaba con tanta y tanta gente.
Me tocaban la cabeza con cariño, y un señor gordo me levantó como una pluma y me llevó a un costado, ahí cerca de las rejas, y me compró una bolsita de garrapiñadas.
Como en un secreto, ese gigantón me dijo algo que nunca olvidaré: - “yo soy amigo de tu abuelo, tu abuelo es un gran tipo”.
Ya lo dije, esto sucedió hace mucho y sin embargo el gusto de esas garrapiñadas y la imagen de ese gordo que me hablaba de igual a igual y me sintetizaba lo que era mi abuelo: están intactos en mi mente.
Y después los bombos, los gritos, la gente que iba y yo no sabía donde pero iba entre ellos. Y ahí estabas vos, vestida con banderas, con un corazón que sonaba a bombos, con mucha, mucha gente que gritaba y repetía esa palabrita que mi abuelo me hacía ensayar desde chiquito: “lobo”.
Y el viejo se olvidó del reuma, del paso de los años, y con una sonrisa plena, me subió al alambrado y puse mis deditos regordetes y chiquitos, entrelazados. Y ya está, quedamos unidos para siempre. Mi cancha y yo, mi abuelo, nuestro Lobo.
Desde esos rombos mágicos vi que once hombres, para mí héroes, gladiadores, como mis soldaditos pero gigantes, salían con la misma camiseta que me había regalado Papá Noel. ¡Qué emoción! Me miré la camiseta, la franja azul en lo blanco, un poco manchada pero sí, era la misma. Y fue ahí cuando me di vuelta y vi la cara de mi abuelo y los papelitos y el salto de la gente, toda junta. …
Nunca había visto algo así, nunca había sentido algo así…
No me acuerdo el rival. No me acuerdo el resultado, sí que hubo goles y que el viejo me abrazó. Y que nunca me olvidaré el olor a tabaco, y ese gamulán gastado que tenía el viejo.
Pasaron muchos años. El viejo perdió la memoria. Se acordaba muy pocas cosas, eso sí, en ningún momento dudó de que era tripero. Ya convaleciente hablaba de cenas en filiales, de goles mal cobrados a Gimnasia, de cómo quería esa camiseta.
Una tarde, el viejo se nos fue y estuve un tiempo largo sin ir a la cancha, nunca me había pasado. Pero llegó un clásico y obviamente fui. Fui solo, porque no tenía ganas de ir con los chicos del barrio, por eso llegué sobre la hora, era un día de semana.
Y ganamos. Y Gimnasia, en la cancha, le pegó un baile increíble. Y en la tribuna, aunque eso está demás decirlo. Era un festival el Bosque.
En un momento dado, el Pampa hacía lo que quería con la defensa pincha, y por cada “ole” había cien tipos menos en la tribuna visitante, que abandonaban silenciosamente nuestro estadio.
Y de repente, el tercero: el Pampa que lo mete y lo veo correr y entonces…me despierto.
Era un sueño, sí: 3 a 0, baile, ellos abandonando la tribuna visitante. Pero me desperté y entonces mis manos volvieron a ser chiquitas, con dedos regordetes, y casi trepado al alambrado me di vuelta y me abracé, dicen que era un loco que lloraba de alegría pero yo sé que abracé a mi abuelo.Era un sueño. El Pampa, un hincha tripero más, les metía el tercero, y en el festejo, da la casualidad, si es que se puede creer en las casualidades, en el mismo lugar de la primera vez, toqué el gamulán gastado del viejo, sentí el olor a tabaco, la tonada italiana de los cuentos por la noche. Era él, el que me enseñó a decir “Lobo”.
Estaba despierto y era un sueño: un sueño cumplido.
Ellos abandonando la tribuna, silenciosos porque cuando no se le dan los resultados de su equipo, no tienen nada para decir. Nosotros festejando, el Pampa, el baile y el abrazo.
Trepado a los rombos mágicos, uno siempre gana. Es la pasión latiendo, es el grito de todos, es el viejo, el abuelo, el amigo, es el Lobo y yo, en nuestro bosque.
Rafael Ton
Gracias rafa por hacernos emocionar!
Filial Villa Elisa
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